Cultura e inspiración en bibliotecas públicas
Ando buscando inspiración en temas de interés sobre bibliotecas, pensando que “de eso ya han escrito mucho”, o pensando “y qué vas a contar que no sea conocido”… Sin embargo, la labor de las bibliotecas y sus profesionales sigue siendo imparable; con más o menos recursos siempre sacan adelante iniciativas para: fomentar la lectura, atraer nuevos usuarios, ofrecer nuevos recursos y servicios,… Es decir, que a los profesionales bibliotecarios nunca se nos acaba la inspiración; llegan nuevas ideas, que normalmente nos encuentran trabajando.
Pero he aquí el problema de sentarse ante una pantalla de ordenador ante el reto de escribir un artículo de interés o utilidad. Y nada, que la musa Calíope debe andar entretenida en otros menesteres más urgentes, especialmente ahora que la antigua Hélade es protagonista de numerosos naufragios y de recién llegados del destierro causado por la guerra en Siria e Irak. Ante tamaña tragedia “griega” es difícil pensar en escribir…
Por otra parte, lo que más me extraña –o sorprende, porque indignarme ya he comprobado que sirve de bien poco- es que sigo encontrándome con muchas personas que no conocen la biblioteca pública de su barrio, distrito o pueblo. Vamos, que no han ido nunca ni les ha entrado la curiosidad por ir y ver lo qué hay dentro: el local, sus fondos y servicios que ofrece. Será entonces que, a pesar de todo, sigue habiendo muchos usuarios potenciales a los que “convencer” de que en nuestras bibliotecas públicas pueden encontrar soluciones a sus demandas y necesidades de recursos de lectura, información y cultura –no sólo escrita, sino también en otros formatos, desde la literatura oral hasta la disponible online-. Y parece resultar más fácil que los jóvenes y los niños decidan ir a la biblioteca, pedir hacerse el carnet, preguntar sin vergüenza “qué hay y qué se puede hacer”, curiosear e investigar, y encontrar actividades que les interesan. Sin embargo, los adultos que no son asiduos de la lectura o los que, siéndolo, están acostumbrados a comprar el libro cuando tienen ganas de leer un título concreto, parecen más reacios a entrar por primera vez en una biblioteca pública. Y he aquí donde la labor de gestión y política cultural por parte de la Administración correspondiente tiene un punto débil. A la biblioteca hay que sacarla de sus paredes, acercarla a la gente, porque es lo que hay dentro de su edificio lo que debe salir de lo desconocido: los mercados municipales, las estaciones de metro, las paradas de autobús, las plazas e incluso los bares son lugares en donde las bibliotecas públicas y sus servicios pueden y han de estar presentes.
Ha de quedar claro – además porque tenemos el convencimiento de ello- que las bibliotecas públicas son una (buena) inversión y no un gasto, ya que son los centros que, por autonomasia, ofrecen de forma libre y gratuita acceso a la información, la formación y la cultura sin restricciones de ningún tipo. No se exigen papeles ni permisos para entrar en una biblioteca pública, todas y todos son bienvenidos, políticos incluidos.
* Original publicado en el blog de Inqnable.
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