Voluntariado en Malawi
La República de Malawi está situada al oeste de África. Limita al norte y al noreste con Tanzania, al sur, este y suroeste con Mozambique, y al noroeste con Zambia.Su población es de 13.925.000 habitantes, la mayoría pertenecientes a la etnia bantú, y con una esperanza de vida de 48,3 años –según datos de El estado del mundo 2009, Ed. Akal-. Se trata de un país azotado por la sequía y el SIDA, y con un alto nivel de pobreza –ocupa el puesto 165 entre 177 según el Índice de Desarrollo Humano-.
Después de su independencia en 1964, Malawi vivió una larga dictadura, que se inició bajo el mandato de Kamuzu Banda. Entre 1993 y 1994 tuvo lugar una transición a la democracia de forma pacífica, sin represalias ni venganzas.
El pasado mes de mayo en Malawi se celebraron elecciones presidenciales y parlamentarias; al conocerse os resultados, inicialmente el principal candidato opositor, John Tembo, se negó a reconocerlos pero su partido se desmarcó de esta posición; todo un ejemplo en un continente donde los dictadores se aferran al poder y al control de los recursos naturales.
Ainhoa nos cuenta cómo fue su experiencia de voluntariado allí, ayudando en las labores desarrolladas por la ONG África Directo en uno de sus programas de ayuda humanitaria, denominado Proyecto Nambuma.
“[…] Si lo piensas, morir de hambre creo que es de las peores muertes que puedes tener y que miles de niños sufren a diario. No poder comer o malcomer durante un día, otro, otro y otro… hasta que sus pequeños cuerpos se debilitan, hinchan y llenan de heridas, y pierden las fuerzas incluso para llorar. Y después de eso, mueren, después de haber sufrido caída del pelo, heridas en carne viva y la pérdida de la alegría y la sonrisa que tanto caracterizan a un niño independientemente de donde nazcan, porque los niños no son conscientes de lo que carecen mientras puedan jugar, comer y sentirse queridos. El hambre mata su inocencia y alegría para finalmente matar sus cuerpos débiles y ávidos de lucha por los pocos minutos más de vida que el tiempo les quiera ofrecer.
Es quizá lo que más me dolió y marco de mi tiempo en África, ver día tras día que alguno de los pequeños que iban entrando en mi vida se iban para siempre. De muchos de ellos recuerdo sus caras, sus nombres, sus miradas penetrantes y llenas de súplica, recuerdo incluso sus voces y sollozos de miedo y dolor, de otros apenas recuerdo sus nombres porque solo me llegaban las noticias.
Pero he de ser justa y también diré que gracias a la ayuda de muchas organizaciones públicas y privadas, otros muchos niños salían de los hospitales recuperados y listos para volver a empezar. Esos eran los mejores días, cuando por la mañana, al mirar el registro de nuevos ingresos y bajas, lo único que veías era el nombre de aquellos pequeños que abandonaban el hospital para marcharse a casa con sus familias.
Pero no todo allí eran días tristes. Cada mañana era un festival de saludos, sonrisas, buenos ratos, felices historias que te contaban frente a una olla llena de nsima (pasta de harina de maíz), mientras reían y te hacían preguntas sobre “tu mundo” y como es la vida aquí o sobre por qué tu piel es tan blanca y tu pelo tan liso." […]
NOTA: La fotografía corresponde a la estancia de Ainhoa. Aquí puedes ver más fotos.
2 comentarios
Ainhoa -
Un abrazo
Francisco O. Campillo -
Un abrazote.