La tregua
Son verdes. A veces grises. La estaba mirando, quizá con demasiado detenimiento, y entonces ella me preguntó: "¿Qué tengo, señor?" Qué ridículo que me diga señor. "Tiene la cara tiznada", dije como un cobarde. Se pasó el índice por la mejilla (un gesto suyo bastante característico que le estira el ojo hacia abajo, no le queda bien) y volvió a preguntar: ""¿Y ahora?" "Ahora quedó impecable", contesté, con un poco menos de cobardía. Se sonrojó, y yo pude agregar: "Ahora ya no está impecable, ahora está linda." Creo que se dio cuenta. Creo que ahora sabe que está pasando algo. ¿O lo habrá interpretado como un halago paternal? Me da asco sentirme paternal.
Mario Benedetti. La tregua.
Nos dejó tanta poesía que he preferido poner en su recuerdo la única novela de él que he leído -dos veces, por cierto- y que siempre tendré en la memoria como la historia del final de una vida que puede tener un comienzo, más bien una tregua en ese declive.
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