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Escribiendo cuadernos en Bosnia

Escribiendo cuadernos en Bosnia

Olvidar los conflictos cercanos, las guerras que rugieron cerca de nuestras fronteras, será un paso atrás en la historia de la humanidad y un olvido de su conciencia, un fracaso en la lucha por los derechos humanos y por la paz. Hace 20 años Europa -la moderna Europa!- no fue capaz de afrontar con valentía la puesta en marcha de una acción inmediata para apoyar a la población civil bosnia que estaba siendo masacrada, en una guerra cruel -cuál no lo es, es cierto- donde las calles semejaban trincheras, donde los francotiradores disparaban sin piedad, donde los ataúdes enterraban civiles a golpe de mortero, donde los paisajes del Adriático estaban sembrados de muerte y agujeros, y de tumbas, y de sangre, y de horror. Europa no debía permitirlo, pero lo hizo.

Parte de realidad de esa guerra de Bosnia la recogió Alfonso Armada, que "no sabía nada de la guerra, ni de la muerte" hasta que el redactor jefe de su periódico le encargó cubrir el conflicto, y allá se fue, volando, a Zagreb y luego a Sarajevo, y volvió para contarlo -no como otros-, y envió las crónicas obligadas, resumiendo el vivir de esos días en unos pocos párrafos mientras a pocos metros los combates seguían incansables. Regresó de Bosnia, dejando allí ni se sabe cuánto, tras perseguir sombras y noticias, como tantos corresponsales de guerra. Estos días, la revista digital FronteraD nos acerca los diarios de Alfonso Armada durante la guerra de Bosnia, publicando por ahora el primer cuaderno.

Aquí una muestra de lo que nos cuenta:

[...] "Sucedió en Sarajevo, sí, este último domingo de agosto. A las doce y media de la mañana. Mientras en Madrid. Mientras en Londres. Mientras en quién sabe dónde. Esto era una ciudad en paz hace menos de cinco meses. La gente no tenía que pasarse las noches durmiendo en las catacumbas. No Pero es que la vida en Sarajevo se ha vuelto irreal. No puede estar ocurriendo esto en la Europa de nuestros días. Nuestra conciencia no lo podría soportar. ¿Francotiradores disparando sobre todo aquel –anciano, niño, mujer, soldado, civil- que se atreva a moverse por la calle? No, estás mintiendo. ¿Cómo va a ser posible semejante cosa en pleno último tercio del siglo XX? ¿Bombas sobre una ciudad sin capacidad de defenderse? ¿Bombas de mortero sobre colas del pan, sobre gente que compra pacíficamente flores un domingo por la mañana? Imposible. No es cierto. ¿Ataques a los hoteles, a las viviendas, a los automóviles, a las mezquitas, a las sinagogas, a las iglesias? ¿En qué cabeza cabe semejante atrocidad? Eso no es posible, es una pesadilla. Noches en vela por el estruendo insoportable de las bombas, niños con los ojos enloquecidos por cuatro peses de pasar la mayor parte del tiempo en catacumbas, niños tristes que van a recordar este desastre toda su vida, cementerios con todas las tumbas con el mismo año –1992- como año de su muerte, una ciudad completamente a oscuras durante meses y meses? Vamos, ¿de qué pesadilla contemporánea me estás hablando? Eso no es cierto. No es posible que Europa asista durante meses y meses a esa misma pesadilla sin hacer nada. Europa no iba a permitir que eso sucediera en su propio corazón. No podría soportarlo. Europa es un continente sensible a las violaciones de los derechos fundamentales del hombre. Europa no iba a tolerar una tumba colectiva con decenas de cadáveres de musulmanes asesinados a sangre fría en una ciudad llamada Mostar. Europa no podría tolerar que en lugares como Banja Luka se estuvieran poniendo en práctica medidas de limpieza étnica similares a las de los nazis. ¿De qué me estás hablando? El sonido de las bombas te ha vuelto loco. ¿Dos cerebros, unas viejas gafas de carey, un pasaporte de Yugoslavia, un charco de sangre? Basta de literatura. Basta ya. Déjame comer tranquilo. No me jodas. Déjame dormir. Europa es otra cosa."

 

* Fotografía: Biblioteca de Sarajevo (1993) / Gervasio Sánchez

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